Me atrevo a tomar el título de la obra del maestro Alberti por las hojas, para denunciar lo que considero un nuevo desafuero. En estos días de canícula, cuando una sombra es casi, cuestión de vida o muerte, creo recordar que había unas banderolas en algunos puntos de la ciudad donde se podía leer algo así como “Huelva sostenible”. Algo habrá cuando sacan tanto pecho, pero hay cosas que lo contradicen y que me inquietan al respecto, como es el caso de nuestra arboleda.
Y no me refiero ahora a la difícil vida de un árbol en nuestra ciudad, que ha de sobrevivir a los pocos o nulos cuidados desde que lo plantan, a las agresiones vandálicas, a la falta de protección ante los parachoques, a la sierra sin compasión que los tala a la menor incidencia, a las “semitalas” (podas agresivas) algunas, incluso, en pleno verano cuando no hace falta ser ni aficionado a la jardinería para saber que es la peor época para hacerlo, incluso totalmente desaconsejable para la salud de la planta.
Tampoco me refiero a la proliferación de “plazas duras” (que en realidad son cubiertas de aparcamientos subterráneos, sin vegetación), ni al intento de convertir parques como el de la Esperanza en una de esas plazas duras. Ni siquiera a los cada vez más numerosos alcorques vacíos, o a la sustitución de árboles de gran porte y hoja caduca que refrescan en verano y permiten el paso del sol en invierno por arbolillos de jardín de hoja perenne y escasa sombra.

Vista parcial del Parque de La Esperanza, una arboleda amenazada
No, hoy me refiero a algo que tiende a pasar desapercibido, que parece hacerse con la mayor discreción pero que, si no me equivoco, viene proliferando como una plaga a lo largo de toda la ciudad: la eliminación de los propios alcorques (el agujero que rodea al tronco del árbol) donde antes ha habido árboles y ahora no queda ni el lugar para replantarlos.
Una vez descubierta la jugada, me tomé la molestia de hacer un recorrido por el centro y otras zonas y ocurre en todas las que he visitado. Pueden observarse, en el centro, en la plaza de la Soledad, calles Puerto, Ginés Martín, Vázquez Limón, Palos, Califas o Tres de agosto; en las avenidas de Julio Caro Baroja, Federico Molina, Pío XII, Guatemala, Galaroza o Pablo Rada; o también en las calles Jabugo, Cantero Cuadrado, Duque de Ahumada, Isla Cristina, Federico Mayo, Mckay y McDonald, Muñoz de Vargas, Antonio Machado, entorno del Mercado de San Sebastián, del consultorio Vg. de la Cinta o Barriada de El Rocío. No he recorrido toda la ciudad, pero presumo que en el resto ocurrirá algo parecido.
Hay casos en los que se observa el alcorque cubierto de cemento o de losetas, pero también se ha aprovechado la renovación del acerado para eliminar todo vestigio de los mismos. En la calle del Puerto, por ejemplo, se pueden observar ambos ejemplos en una acera y la de enfrente. Hay casos “curiosos” a los que no consigo encontrar explicación, como en la calle Tres de agosto donde en algunos, encima del cemento, han colocado maceteros, que tienen más desventajas que cualquier árbol (regado de por vida, ocupan más espacio, son papeleras para incívicos, no dan sombra ni sirven de refugio a los pájaros, etc). En fin, que cada vez se echan más de menos los árboles que nos van siendo sustraídos, su serena hermosura y su frescor. ¿Es esta la ciudad sostenible de que presumen? Lo será, desde luego, económicamente aunque esa explicación se contradiga con la proliferación de maceteros ¿lo hacen porque son así de pijas o por “amistades peligrosas”…?
No dejan de llegarnos noticias de aumento de temperaturas medias, máximas y mínimas por el cambio climático y en mis pesadillas imagino un futuro “cálido” con largas y soleadas aceras. Espero que sólo sea una pesadilla y que nuestro futuro sea más halagüeño.

Barriada del Rocío

Avenida Pío XII

Avenida Pío XII

Calle Palos

Plaza de La Soledad

Pablo Rada

Calle Julio Caro Baroja

Calle Isla Cristina

Calle Ginés Martín

Calle Duque de Ahumada

Alrededores Consultorio Virgen de la Cinta
Argantonio.