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El Baluarte del Muelle

Posted by www.LaHuelvaCateta.es en domingo, 9 diciembre 2012

El siglo XVI es una época difícil en la costa de Huelva. En aquellos años, las costas del sur y el levante de la Península Ibérica eran asoladas por piratas berberiscos que desde sus bases en el norte de África atacaban los pueblos costeros dedicándose al pillaje y a la captura de prisioneros para ser vendidos como esclavos. Los pueblos de Huelva que se situaban cerca del mar no eran ajenos a estos peligros. Buena muestra de ello son las torres almenaras construidas a lo largo de toda la costa. Estas torres vigía se utilizaban para divisar los barcos piratas en el mar y avisar por medio de hogueras a otras  torres y a los pueblos para que sus vecinos se preparasen para la defensa. Algunas de ellas estaban artilladas porque protegían zonas de especial importancia. Un ejemplo de estas últimas es la semiderruida torre del oro o del Loro en mazagón, la cuál protegía una zona en la que los barcos se reaprovisionaban de agua dulce.

La villa de Huelva estaba protegida por su posición geográfica en el interior de un estuario rodeado de marismas. Sin embargo, a mediados de siglo se recrudecieron los ataques y hubo que replantear el sistema defensivo de la zona. La única defensa existente en Huelva eran los cañones emplazados en las baterías del castillo de San Pedro, pero éste se encontraba demasiado alejado de la orilla y por lo tanto sus disparos no eran efectivos. En 1547 se detectaron barcos corsarios cercanos a la ría, por lo que el gobernador dio la orden de que todos los vecinos con mas de 30.000 maravedís se reuniesen con sus caballos y armas en la plaza de San Pedro para repeler el ataque en caso de producirse en las zonas bajas de la ciudad.

Plano de Huelva en el siglo XIX. El sector que sobresale a la izquierda es la calzada. Se puede observar el muelle y junto al mismo la señalización del antiguo Baluarte. Se ha añadido el Castillo para comprender mejor el sistema defensivo.

Frente al constante peligro y la falta de apoyo del reino, la villa de Huelva toma la iniciativa e inicia la construcción de una serie de fortificaciones en la zona baja de la ciudad. En 1577 el Duque de MedinaSidonia otorga la licencia para construir el baluarte de la Estrella y la torre del Puntal. Estas defensas estaban situadas al final de la calle Calzada (actual calle Marina, aproximadamente en el lugar que hoy ocupa la plaza 12 de Octubre ) y justo al lado del arco de la Estrella, también llamada en ocasiones «Puerta del Mar».

arco de la estrella Huelva

El tristemente desaparecido Arco de la Estrella. Imagen: http://www.huelvainformacion.es

En las últimas décadas del siglo XVI se inicia una estrategia de defensa general en las costas del reino consistente en la construcción de las torres almenaras. Cuando llegó la noticia del proyecto de construcción de las torres (que debían sufragar los municipios en cuyo término se iban a construir), el Cabildo de la villa de Huelva propuso «plantar en la punta del Bringuel ques a frente de la puerta del baluarte desta villa un fuerte con el qual además destar la tierra firme tan segura por los pantanos y cachones y lama con que la natura quiso fortificarla quedava la calçada y ría della y sus navíos defendidos.» La idea consistía en cerrar la ría con dos fortines, el ya existente en la calzada y uno en la orilla opuesta de la ría, cerrando el paso a los posibles navíos enemigos. La propuesta fue rechazada y se continuó, no sin grandes dificultades económicas, con el plan defensivo basado en torres. El sistema defensivo del estuario del Tinto y el Odiel se completó con algunas baterías artilleras de menor entidad y la construcción en 1599 y 1614 de las torres de Punta Arenilla (inicialmente proyectada en el paraje de la Cascajera en la isla de Saltés) y de Punta Umbría. Estas torres se enlazaban visualmente por medio de hogueras con la atalaya del Castillo de San Pedro y la torre del Puntal en el baluarte de manera que diese tiempo de preparar las defensas ante un eventual ataque o incluso preparar la salida del Galeota de Huelva, una flotilla de 2 naves y 200 hombres comandada por la familia Garrocho y encargada de la defensa «activa» y el contraataque.

El Baluarte necesitó ser reparado en diferentes ocasiones a lo largo de los siglos pero la falta de fondos del cabildo de la villa provocó que estas reparaciones se demorasen o incluso se cancelasen. El baluarte y la torre se mantuvieron en pie junto con el arco de la Estrella y fueron deteriorándose poco a poco (especialmente el arco tras el terremoto de Lisboa) hasta el año 1848. En ese mismo año se ordena la destrucción completa del conjunto para la construcción de un muelle denominado «Muelle del Estado». En parte la zona ocupada por el baluarte se construyó un pequeño cuartel de carabineros que se mantuvo en pie hasta principios del siglo XX.

Muelle de Huelva hacia 1860

Muelle de Huelva hacia 1860. El edificio de la izquierda es el cuartel de carabineros (Imagen: Huelva Información)

El arco, la torre y el baluarte dejaron de existir convertidos en escombros y con ellos 300 años de Historia.

Bibliografía:

Martínez Navarro, Antonio José. Historia Menuda de Huelva 

Gozálvez Escobar, José Luis. El Castillo de San Pedro (Huelva) Función Urbana y Social

Carriazo Rubio, Juan Luis; Cuenca López, José María. Huelva, Tierra de Castillos

Eduardo J. Sugrañes. Cuando el agua llegaba a 12 de Octubre. Artículo aparecido el 9 de octubre de 2011 en el diario Huelva Información.

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Leyendas, fantasmas y otros cuentos

Posted by www.LaHuelvaCateta.es en viernes, 17 julio 2009

Este artículo nace con la simple idea de recopilar entre todos los asiduos al blog la mayor cantidad posible de leyendas y de historias relacionadas con Huelva. Esta ciudad no es tan pródiga en hechos fantasiosos o asombrosos como Sevilla, Córdoba o Granada, pero sí que conserva todavía algunas de ellas, que quizás no tengan el embrujo o la magia de las leyendas granadinas o sevillanas, sin embargo forman parte de nuestra tradición popular y en algunos casos, de nuestra Historia. A continuación comento algunas de las leyendas que han llegado a mis oídos.

Leyendas y fantasmas en la propia ciudad de Huelva tenemos algunas: por ejemplo, la leyenda o existencia real de un túnel que comenzaba en la zona de la plaza de toros y que llegaba por dentro de los cabezos (antes de construirse la Cuesta del Carnicero) hasta San Pedro. ¿Es acaso esta leyenda una referencia al acueducto romano que discurría por esas zonas? Historias y leyendas religiosas hay varias. No voy a nombrar aquí las ya conocidas y relacionadas con la Cinta, pero sí nombraré algunas más desconocidas, como por ejemplo el Cristo milagroso de la calle Enmedio. Un azulejo de un crucificado que la tradición popular atribuía al año 1241 (cuando Huelva aún era musulmana) y que obraba milagros.

En las cercanías de la ciudad, en ese inmenso laberinto de caños y marismas que la rodean tienen su escenario una serie de leyendas que quizás sean las más desconocidas. Cuentan que tras una noche de tormenta, un barco que se dirigía al fondeadero del antiguo pueblo de Saltés descubrió un náufrago agarrado a unos tablones. Enseguida se botó una barca para ir en su busca. La sorpresa de los marineros fue grande al comprobar que no era un marinero de un barco naufragado, sino un cristo nazareno agarrado a una cruz rota al igual que un náufrago se agarraría a unas tablas. Ese Cristo pasó a formar parte de las imágenes de la iglesia del pueblo de Saltés y posteriormente pasaría a la capilla de Saltés en la zona de la plaza Quintero Báez y finalmente a la iglesia de San Pedro, dónde desapareció en la Guerra Civil.

Otra leyenda de la marisma podría formar parte de una película de piratas: El corsario Papasoli asolaba las costas de Huelva y tenía fama de estar obsesionado por las ballenas y otros “monstruos marinos”. Aprovechándose de esto, el capitán Garrocho construyó una estructura sobre un barco y le pintó ojos y dientes simulando un monstruo marino. El barco-señuelo fue dejado varado cerca de la costa y sin los palos, de forma que pareciese una ballena. Cuando el pirata se acercó a comprobar lo que era fue acorralado y apresado.

Leyendas mucho más antiguas con algunos datos históricos hacen referencia a que los fenicios estuvieron en la isla de Saltés con la idea de fundar una ciudad. Hicieron un sacrificio a los dioses y el resultado fue un mal augurio, por lo que abandonaron la isla. En el lugar dónde el sacrificio fue benigno fundaron la actual Cádiz.

Continuando con las leyendas de la antigüedad, tenemos la referencia de que la colina de La Rábida (Rus Baal o Peña de Saturno) fue anteriormente un lugar dedicado en primer lugar a Baal y luego a Proserpina y Saturno donde se celebraban cultos a estos dioses infernales.

Saliendo de la leyenda y entrando en los datos Históricos, parece que el origen del topónimo Onoba está en Onos Baal, que significa la fortaleza de Baal. Este Baal era un dios de la zona de Asia Menor y que con el tiempo el cristianismo y el judaísmo lo transformaron en Beelzebub (señor de las moscas) y posteriormente en Belcebú… menudo origen.

Y para finalizar, he dejado a los fantasmas: los célebres del viejo Manuel Lois, los fantasmas de la Merced o el escocés del Hipercor son sólo algunos ejemplos que están más presentes en la cultura popular que otro tipo de historias.

Cristos náufragos, dioses paganos, piratas, fantasmas…se aceptan otras historias. Ah, y por si alguno lo pensaba, no me he inventado nada…

Northman.

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El Indio de Palos (1/3)

Posted by www.LaHuelvaCateta.es en martes, 9 junio 2009

Nuestro amigo y colaborador Enrique Carrillo lleva algún tiempo elaborando un relato histórico que quiere compartir con todos los lectores de este blog y que probablemente dejará a más de uno con la boca abierta por su historia y contenido y por la gracilidad en la redacción. Su extensión supera lo que consideramos razonable para un artículo, así que con su consentimiento y ayuda lo vamos a dividir en 3 partes que iremos publicando en días sucesivos. Os recomendamos encarecidamente su lectura y disfrute:

Como prometí, para que no todo sean críticas e intentando contribuir en la medida de mis posibilidades al aprecio olvidado de una tierra interesante, he redactado una colaboración intentando recrear un episodio que, como la mayoría de los que pueda yo hablar, imagino que muchos de ustedes conocerán pero que, quizás, otros, por lo ya comentado tantas veces, ignoren o, simplemente les suene de pasada.

Antes de comenzar, me gustaría puntualizar (aún a riesgo de que me linchen por insistente) el extraño comportamiento onubense de quienes, si bien son capaces de hacer autocrítica, reniegan, con frecuencia, de sus características más conocidas y explotadas, quizás por hastío del tópico exterior o por pena de que no se tengan o, al menos, valoren otras virtudes. Me refiero concretamente a la gesta colombina, lo más manido pero también importante, por su trascendencia, del pasado y la historia onubense.

Es verdad que se ha intentado vender el descubrimiento como algo exclusivamente local, a veces por darle a Huelva una identidad bien definida, aunque su influencia no tuviera una especial repercusión posterior en una tierra que parece condenada a ser maltratada por sus hijos. Pero también es verdad que la consecución de esta hazaña no tuvo su origen aquí por casualidad.

De todos es sabido que Palos de la Frontera, entre los siglos XV y XVI, era una importante cuna de marineros y artesanos navales, tanto por su peculiar situación, prácticamente en el océano pero resguardada en la ría del Tinto y protegida por la lengua de tierra de Saltes y Punta Umbría, como por su cercanía a la vecina Portugal, cuya hegemonía naval en esta época le daba el título a sus navegantes de ser los mejores del mundo.

Esta simbiosis con los marinos portugueses, cuyos intercambios eran frecuentes, dotaban a los marineros palermos de importantes conocimientos y habilidades náuticas, así como el hecho de ser el mar, prácticamente, el exclusivo sustento de la villa. A este punto, es justo añadir a las cualidades profesionales en la navegación y la construcción de barcos la de ser gente despierta e inquieta, llegando incluso a convertirse en corsarios (pirateando la negrería de las flotas extranjeras) cuando la necesidad obligaba.

Estas características no eran desconocidas por la Reina Católica quien eligió Palos como base de las legendarias naves predestinadas a la gloria e incluso astillero de una de ellas, siendo también el punto de partida de la España peninsular más directo para la gesta transoceánica.

Bien, pues en éstas estaba, recreando con mi imaginación la convulsa época mientras visitaba la casa-museo Pinzón en Palos cuando, mirando una serie de reproducciones que retrataban a los más conocidos participantes de los viajes americanos,  una de las imágenes me llamó la atención por lo peculiar: Sobre el nombre castellano “Gonzalo Guerrero” aparecía el retrato de un indígena ataviado de plumas con gesto solemne y embutido de cierta dignidad, como si de un jefe tribal se tratase.

Llegado a este punto, debo reconocer mi ignorancia en este episodio, disculpado, si se quiere, por mi condición de foráneo, así que, tras leer un breve comentario que indicaba la procedencia de aquel hombre, natural de Palos de la Frontera, y muerto en 1536 en las selvas de Honduras, me picó tanto la curiosidad que estuve buscando algo de información al respecto, y, como la gratificante sorpresa de quien va al cine sin conocer una película que resulta ser extraordinaria, quedé inmediatamente enamorado por la historia que, tras dejarla reposar durante un tiempo, este blog me ha vuelto a recordar y a continuación recrearé.

Intentaré, eso sí, evitar citas y copias bibliográficas para darle mayor dinamismo y espontaneidad, de forma que no sea más que un relato “oral” que sirva de reclamo para el que quiera profundizar en él.

Como prólogo, y para darle un toque literario a la narración, podríamos imaginarnos una figura encima de una atalaya, cuyo verdor contagia al extenso y claro mar, casi transparente, que la circunda. Encima de ella un hombre casi desnudo, con el cuerpo oscuro no por su raza sino producto del perseverante sol, tatuado de los pies a la cabeza, las orejas perforadas llenas de pendientes y aros. Ataviado con adornos de hueso, piel y oro, y un penacho de plumas tocando unos largos cabellos trenzados que enmarcan una cara labrada de extrañas marcas rituales. Todo indica el aspecto de un caribe, un indígena de las selvas tropicales de un mundo nuevo para unos, pero viejos como el sol para otros. Todo indica el aspecto de un gran cacique maya…, excepto un detalle…, un rostro barbado, unos ojos celestes como aquel océano, una nariz fina y recta y, sobretodo…, el reflejo de un alma atormentada.

Aquel guerrero mira la inmensidad del mar y piensa en unos tiempos que apenas son un recuerdo, un sueño. En su memoria se confunden vestigios de una vida que parece no corresponderle. Aquel guerrero recuerda, no sin esfuerzo, una juventud donde un relato casi fantástico escuchado en un puerto lleno de vida y trasiego le mantuvo siempre obsesionado. El descubrimiento de unos conquistadores españoles, un tal Alonso Niño y Cristóbal Guerra, de una isla en el golfo de Paria (Isla Margarita o de los Mosquitos, no recuerda bien) repleta de gigantescas ostras cargadas de purísimas perlas. Perlas que los aventureros llevaron consigo llenando cofres que les proporcionaron fama y riquezas.

Aquel guerrero indio ahora piensa que él es como esas perlas…, basura que el sufrimiento recubre de nácar…

—–……—–

La historia, como he dicho, comienza en Palos, en una fecha sin determinar en las últimas décadas del siglo XV. Gonzalo Guerrero nace en el entorno marinero de la villa pero es otro ambiente, el bélico de las guerras del momento, el que finalmente le llama, enrolándose en las tropas de otro Gonzalo tocayo suyo, Fernández de Córdoba, popularmente conocido como el Gran Capitán, con quien contribuirá a la toma de Granada y al final de la Reconquista.

Guerrero, que adquiere una gran experiencia como soldado, se convierte en un estimado arcabucero que continuará fiel al famoso comandante, acompañándolo en su posterior campaña en Nápoles, primer “sitio” del Imperio, donde formará parte de lo que será el germen de los afamados “tercios” que tanto éxito tendrán con Felipe II.

De esta forma, nuestro protagonista se consagra como curtido militar recorriendo Europa y haciendo honor a su apellido que, como un presagio del destino, marcará su vida hasta el final de sus días.

Pero esta historia no sería diferente a tantas de la época si no fuera porque en alguna de sus estancias en su pueblo natal, probablemente entre campañas, permisos y guerras, conoce las maravillosas historias, que en Palos se contaban por doquier, de viajes, mundos inexplorados, riquezas y aventuras. No hay que olvidar que Gonzalo era más joven que el menor de los Pinzón, quien en sus últimas empresas, posteriores a los viajes colombinos, coincidiría en tiempo y lugar con nuestro protagonista, el cual sabría de primera mano de las gestas de su ilustre paisano.

Puerto Histórico de Palos a finales del s. XV

Es por esto, que en algún momento, Gonzalo Guerrero pensaría que tantos años de adiestramiento y combate le sería útil para cambiar su destino y fortuna. La soldadesca era sacrificada y poco producente, sin embargo el Nuevo Mundo prometía una recompensa con tintes tan aventureros como redentores. Por otro lado, la bolsa apremiaba y, las “nuevas Indias” traían rumores de oro y plata, por lo que no tardó mucho en convencerse de que su futuro podría provenir del joven continente.

Mapa de Centroamérica, 1860.

De esta forma, Gonzalo Guerrero, que debido a su experiencia militar y currículum no encontraría demasiados problemas, se embarca, alrededor de 1510, rumbo a las Américas con el capitán Diego Nicuesa, gobernador de Veragua, al oeste del golfo de Urabá, y quien llevaba tiempo inmerso en disputas y guerras internas con otro capitán español, Alonso de Ojeda, que gobernaba Nueva Andalucía, al este. Estas tierras entre el cabo de Vela (Colombia) y el cabo Gracias a Dios (Honduras y Nicaragua) eran producto de la fiebre conquistadora fomentada por Fernando el Católico, tras la muerte de Isabel y el propio Colón, para eludir el monopolio colombino y rentabilizar la costosa empresa americana.

En esta situación tan conflictiva, con guerras fraticidas de poder, ambiciosos proyectos territoriales, aspiraciones regias, abusos, crímenes y esclavitud, en donde Pizarro aún era un sobresaliente soldado partidario de Ojeda (quien lo deja a cargo de su feudo, más tarde Cartagena de Indias), y el famoso expedicionario Núñez de Balboa, tras explorar los mares del Sur, funda Santa María de la Antigua del Darién, llega nuestro héroe, Gonzalo Guerrero, quien será testigo e incluso partícipe de algunas de las historias protagonizadas por los citados personajes, algunos de los cuales conocerá personalmente.

El azar y su afán de progresar, sitúan a Gonzalo en un barco comandado por Valdivia, capitán de Balboa que, con el objetivo de informar del nuevo mar, parte de Darién (actual Panamá) con destino final en la Española (Santo Domingo), donde Guerrero pretende, bajo recomendación de Nicuesa, embarcar como oficial en un galeón.

2.Buque

De esta forma, la nave parte con buen tiempo, pero las peligrosas aguas del caribe y el traicionero clima tropical, acaban por desatar un temporal que azota al barco en alta mar, confirmando los temerosos presagios de algunos marineros tan supersticiosos como agoreros, que poco antes habían advertido señales desastrosas. Ahora, ante las gigantescas olas que engullen el navío y el viento huracanado que lo destroza, luchan sin demasiada esperanza por sobrevivir, aceptando algunos, entre la resignación y la impotencia, el castigo divino que saldará finalmente sus deudas y que hundirá sus pecados junto con el oro y las riquezas de aquel barco.

El combate con la madre naturaleza tuvo que ser encarnizado, el navío finalmente encalla en unos arrecifes llamados “de las Víboras”, también conocido por “los Alacranes”, cerca de Jamaica, y rompiéndose en mil pedazos expira llevándose consigo la mayoría de sus tripulantes.

Unos pocos consiguen salvarse, en un primer momento, de aquel apocalíptico final. Aunque es fácil imaginar − tras la agonía de los días posteriores, navegando a la deriva en una precaria barca, sin agua ni víveres, en un mar infectado de tiburones y donde el sol y el frío rivalizaban despiadadamente con el hambre y la sed − que algunos de los escasos supervivientes iniciales se hubieran sentido afortunados de haber acompañado a sus colegas al fondo del mar.

A los pocos días apenas quedaban una docena de una veintena de hombres y alguna mujer, entre ellos el capitán Valdivia, nuestro Gonzalo Guerrero y un temeroso fraile, natural de Écija, que aún desconocía que sería el primer intérprete maya de la historia y principal testigo de esta narración, Fray Jerónimo Aguilar. Éstos, que se habían visto obligados a recurrir a todo tipo de abominaciones para subsistir, entre ellas el inútil bucle de beber lo que orinaban o (como si de una macabra eucaristía se tratase) alimentarse con la sangre y carne de sus compañeros difuntos. Finalmente, ante la desesperación y el sufrimiento, divisan, en el último momento de su agonía y locura, un atisbo de esperanza. Los graznidos leves de unas gaviotas parecían indicar el final de catorce días de calvario. Una mancha de tierra sin montañas se iba formando.

Poco les dura la alegría. Cuando, exangües, llegan a la playa de aquella tierra desconocida (en la península del Yucatán), apenas les da tiempo a recuperarse ya que, frente a ellos, un número considerable de extraños seres, con el cuerpo semidesnudo, lleno de estigmas y señales, pintados de forma amenazante y armados con lanzas, porras, flechas y cerbatanas, los esperaban con indudable ánimo agresivo.

3.Apocalypto_peq

El capitán Valdivia, haciendo acopio de la poca fuerza que le quedaba sacó su espada dispuesto a defenderse y, entre gritos y aullidos inhumanos (la mayoría provenientes de aquellos salvajes) se enzarzaron en un combate, conscientes los españoles de no tener ya la más mínima oportunidad de salir con vida.

Apenas Valdivia atravesó a uno de ellos, un machetazo seco en el cráneo lo hizo caer como un pelele, dejándolo malherido. El resto se batieron como pudieron, llevándose Gonzalo Guerrero a dos indios 4.General apresadopor delante antes de acabar en el suelo molido a porrazos. Uno de éstos, con certero golpe de macana, reventó como un melón la cabeza de otro marino, huyendo el desgraciado hacia la selva mientras se la sujetaba entre las manos (más tarde sanaría quedándose tonto y perdonándoles los nativos la vida, por infeliz, durante los pocos años que vivió). Los que sobrevivieron fueron apresados y poco a poco sacrificados, pues aquellos indígenas eran caníbales y tanto Gonzalo Guerrero como Fray Jerónimo Aguilar tuvieron que presenciar horrorizados, junto a un par de compañeros más, como el resto, con Valdivia al frente, eran devorados “Cerré los ojos cuando vi que Valdivia moría como mueren las reses en mi tierra, acanalado por el pecho” (narraría Aguilar en sus memorias). La espantosa visión de aquellos salvajes arremolinándose alrededor de la carne de sus hermanos, que morían de la forma más bestial jamás imaginada (sus miembros tirados hacia todos lados y sus cuerpos atravesados por afiladas lanzas), con bastante probabilidad les insuflaría el coraje suficiente para, aprovechando un descuido, escapar al interior de la isla, donde vagaron por la selva como animales. No pasó, sin embargo, demasiado tiempo hasta caer en manos de otra tribu rival quienes, más pragmáticos, los explotaron como esclavos.

Llegados a este punto, permítanme una licencia que pueda dar gusto a mis aficiones cinéfilas. Son, a mi parecer, tres las películas que parecen encajar perfectamente con esta historia, cada una en un momento de ella. La primera que, quizás por ser relativamente reciente, se me viene a la cabeza es “Apocalypto” de Gibson. Si bien un tanto americanizada, las luchas tribales, los raptos, sacrificios y esclavitudes me dan un marco, para bien o para mal, de las escenas más duras que tuvieron que vivir aquellos ancestros nuestros. Las otras dos, me las reservo para no adelantar acontecimientos, pero les aseguro que se adecuan aún más a esta aventura.

5.Mayas

A estas alturas, es ya casi evidente que la primera pareja de actores se centra en el fraile y nuestro olvidado palermo. Los otros dos hombres que escaparon del canibalismo terminaron muriendo de extenuación ante las infrahumanas condiciones en las que se les hacía trabajar. Es así que, tanto el coraje y la fuerza de Guerrero como la fe y la sumisión de fray Jerónimo fueron claves para la supervivencia de ambos. Ahora, soldado y fraile, casi perdida su condición de personas, podían experimentar, seguramente multiplicado por las extremas condiciones de vida allí, la esclavitud que, de forma natural, sus conciudadanos europeos inflingían permanentemente a indios y africanos.

6.Soldado, la misiónEn este punto podemos analizar la diferencia, complementaria si se quiere, de nuestros dos protagonistas. Por un lado el religioso sevillano, fiel a su doctrina, discreto, sumiso y capaz de resistir todas las vejaciones como si de una prueba divina se tratara. Por otro, el guerrero onubense, acostumbrado a golpear primero, al que, seguramente, su rebeldía le provocaría un mayor maltrato que a su circunstancial compañero, pero que  se aferra a su vida como único patrimonio. No obstante, los años de trabajos forzados en aquella isla irán puliendo el ánimo de los dos españoles, adaptándolos por fuerza a la forma de vida nativa.

Durante aquel tiempo los dos cautivos, presenciarían más de una vez enfrentamientos y luchas entre el pueblo que los retenía y otros clanes enemigos, lo cual, por otro lado, era frecuente. Pero, probablemente, en alguna de aquellas batallas, quizás para salvar la vida, tuvieran que participar y pelear, demostrando Gonzalo sus dotes para el combate e impresionando de esa forma a sus captores, quienes acostumbrados a un tipo de guerra más “florida” se asombrarían ante las maneras del esclavo.

Después de esto, los jefes que ejercían de amos empezarían a ver a los dos andaluces de diferente manera, valorando de alguna forma las virtudes que aquellos extraños individuos blancos y barbudos parecían tener, especialmente el luchador. Aunque también el fraile tuvo ocasión de hacer gala de habilidades ignotas para los indígenas, como una ocasión en que, recolectando miel de los paneles, Jerónimo aprovechó la cera para fabricar velas y cirios, dotando a los sorprendidos nativos (aunque no fuera su intención inicial) de una fuente de luz más cómoda, económica y versátil que las hasta entonces exclusivas hogueras. Es por esto, que en algunos de sus trueques y negocios, el cacique del clan que los retenía los regalaría como valioso presente al monarca de otra tribu, Nachán Can, quien a su vez cede el palermo a su jefe militar, Nacom Balam, que inmediatamente reconoce en Gonzalo a un similar, aunque todavía no era consciente del potencial que Guerrero poseía. Éste, tuvo oportunidad en alguna ocasión de demostrar su nobleza y valor ante el jefe maya, quien a partir de entonces lo empezaría tratar con más respeto.

Entre tanto Fray Jerónimo ve, temeroso, como Guerrero se va aculturando y participando cada vez más de las costumbres de aquellos salvajes, e incluso mantiene, aunque no era la primera vez, relaciones sexuales con mujeres (siempre discretas porque aún sufría la condición de siervo) algo que el fraile evitaba con todas sus fuerzas para aferrarse a su castidad como último resquicio de su religión.

De esta forma, mientras el religioso trataba de pasar desapercibido, asumiendo su papel e intentando llamar la atención lo menos posible, en espera de algún milagro que recompensara su penitencia, Gonzalo empieza a gozar de una cierta consideración entre los indígenas, especialmente los guerreros, cuya pareja admiración y envidia (ya que aquel extraño empezaba captar la confianza de su jefe) provocará más de una disputa que el de Palos salvará con honor y valentía.

Continua…

Enrique Carrillo.

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