Mis queridos Reyes Magos: Aunque me digan que todo es enajenación de hombre ya avejentado, yo sigo esperando ilusionado en cada noche del cinco de enero de todos los años. Y espero porque sé que, como magos, tenéis el don de transformar los sueños en hechos inmutables. Es por ello, que públicamente os pido la aquiescencia para mi particular y pequeñito calendario.
En primer lugar, deseo una Huelva libre. Libre de ceremoniales caducos que no conducen sino a la parálisis de su desarrollo que debe ser imparable. Libre del falso onubensismo que portan algunos constantemente en los labios y que lo que oculta es inoperancia y desengaño. Libre de la especulación con piqueta que tanto hiere a la vieja Onuba en su histórico antepasado.
En segundo lugar, añoro una Huelva más culta, más vanguardista, más participativa, de menos mesas camilla, de menos círculos viciados.
Y por último, ambiciono una Huelva de la mar completa. Una Huelva abierta en canal hacia una purificada ría. Una Huelva volcada, definitivamente, sobre los azules y blancos-espuma que bañan a diario los corazones de los huelvanos.
Mis muy queridos Reyes Magos: No sé si este peticionario pecó en exceso de los encargos. De todas maneras, corro a poneros los zapatos en la Isla Chica, en mi casa de la plazoleta, por si acaso.
P.D.- Tal vez, en esa fotografía fechada en 6 de enero de 1954 un servidor ya estaba pidiendo lo mismo, aunque tenga una humilde pelota entre mis manos.