Hoy 6 de Febrero ha sido el último día que ha abierto sus puertas el Mercado del Carmen. El próximo martes 9 los onubenses podrán hacer uso de un nuevo Mercado de Abastos, más grande, espacioso y acorde con los tiempos que corren. El antiguo tiene, según oí ayer en la radio, fecha para su inminente derribo, el 22 de este mismo mes. Desde que dedicamos una entrada a la jornadas de puertas abiertas del nuevo mercado, hemos recibido tanto por correo electrónico como en forma de comentario, muchas solicitudes de onubenses para que «hagamos algo» e impidamos que derriben nuestro muy antiguo (que no viejo como decía Rodri en los panfletos del nuevo) Mercado del Carmen.
No somos ninguna agrupación ni plataforma dependiente de ningún partido ni de ninguna asociación vecinal, somos tan sólo un buen grupo de amigos que compartimos unos ideales de pasión hacia nuestra Huelva, hacia su historia y hacia su patrimonio, por eso queremos atender la solicitud de tantos lectores y amigos, que quieren trasladar al resto de la ciudadanía su sentimiento en contra del derribo del antiguo mercado. Como representante de ese espíritu, hemos elegido este correo electrónico que reúne a la perfección la demanda de nuestros lectores, escrito por un onubense de adopción, que se siente más choquero que cualquiera de aquí.
Este artículo se verá mañana completado con un Manifiesto eleborado también por él, y que esperamos sea capaz de aunar a los defensores del antiguo Mercado.
Hay quienes (entre los que me encuentro) cuando van a una ciudad con intención de conocerla -especialmente aquellas vinculadas al mar- no dudan en visitar su mercado histórico. No sólo por ver el buen y diverso material autóctono, sino para cogerle el pulso a un lugar hasta entonces extraño.
Los mercados, sobre todo cuando están suficientemente asentados por los años, son el fiel reflejo de los habitantes de un pueblo al que, en cierto modo, representan. Pura idiosincrasia de una sociedad cuya rutina pasa por los puestos de sus interiores, pasea bajo sus techos industriales y atraviesa las diferentes portadas que, como peculiares calles cubiertas, comunican el barrio que estructuran. Forman parte de los centros históricos de las ciudades, dotándolos de vida durante décadas o centurias y, en ocasiones, son auténticos monumentos arquitectónicos, aunque no fuera esa su función original.
Toda ciudad que se precie tiene un mercado histórico, más o menos significativo, pero histórico. Algunas lo han perdido, quedando sólo en la memoria caduca de pocos, y entonces lo que se encuentra al respecto, a pesar de que el contenido sea el mismo, es (en el mejor de los casos) pura mediocridad carente de cualquier “atractivo”.
Un mercado con más de cien años es parte de la cultura de la ciudad a la que, día tras día, año tras año, abasteció de la mejor materia prima surgida de sus entrañas. Las Halles, en París (convertido desde años en un forum y enorme centro comercial) no formó parte de la historia de tan importante ciudad por su estética o tamaño, sino por ser el primer y más importante mercado organizado de sus habitantes, dándole nombre al céntrico distrito que ahora ocupa.
Cuando llegué a Huelva, uno de los muchos apartamentos que visité para alquilar, fue el de un moderno y reciente edificio vecino al mercado del Carmen. Recuerdo que su dueño, entre las virtudes que me vendía, comentaba la posibilidad de un aparcamiento (en cuanto tiraran, en breve, ese mercado antiguo y ruinoso) en el amplio solar que sustituiría su cochambrosa y multitudinaria presencia. Recuerdo que pensé que el mayor atractivo que aquel piso me proporcionaba se lo acababa de llevar su dueño de un grosero y sincero plumazo verbal. Evidentemente no alquilé aquel apartamento, aunque, por suerte, encontré otro en una céntrica calle de la capital, y por tanto, igualmente cerca del mercado del Carmen.
Y digo esto porque todo mercado histórico se encuentra, además, en el corazón de la ciudad, no porque se ubicara intencionadamente allí, sino porque parte importante de la ciudad creció en torno a él, por eso son “históricos”. Independientemente de su estética, estos edificios estructuran la trama de los barrios que ocupan, barrios que suelen ser los de más solera gracias a éstos, especialmente cuando llevan más de un siglo condicionándolos.
Los primeros años del mercado del Carmen, coinciden con una época de expansión demográfica en Huelva. El auge de la industria en las “desarrolladas” manos anglosajonas contribuyó al asentamiento de una acomodada burguesía hasta entonces inexistente en un humilde pueblo pesquero. Este mercado, incluso durante el tiempo de convivencia con los otros dos de la ciudad, Santa Fe y la Merced (igualmente en peligro de extinción) era el más importante y multitudinario de Huelva, sustituyendo a las mercaderías que en sus alrededores cumplían hasta entonces esa función, de ahí el nombre de algunas calles próximas (tendaleras, bocas, etc.).
Yo he tenido la suerte (relativa si se quiere, ya que seguramente el “nuevo” sea más cómodo y eficiente) de conocer el “Mercado de Huelva”. Quizás el único edificio civil de la capital que ha mantenido la misma función desde hace un siglo y medio. La mayoría hemos paseado por las mismas “calles” y “puestos” que otros hace 142 años, repitiendo los mismos gestos y actos. Cuando este edificio desaparezca nadie podrá, no ya sólo vivir un cotidiano acto histórico, sino recrearlo, porque en su lugar encontrará un solar (que, por cierto, comparte raíz con soledad) tan desolador, valga la “redundancia”, como la futura y ajena plaza que, algún día lo reemplazará.
No estamos hablando aquí de la procedencia de trasladar esta actividad a un nuevo y mejor edificio -para fortuna de trabajadores y comodidad de clientes-, que probablemente sea lo más sensato. Estamos hablando de no seguir exterminando la historia de nuestra ciudad.
El antiguo mercado del Carmen, construido en 1868, es un edificio histórico, eso nadie lo discute, pero ¿es un edificio importante desde el punto de vista de su conservación? Teniendo en cuenta la cantidad de edificios arquitectónicamente interesantes que han ido pasando por la piqueta, sin más criterio ni consideración que el interés económico de unos pocos, muchos opinarían que no, sobretodo cuando éste, en particular, no ahonda precisamente en inquietudes artísticas o arquitectónicas. Pero si lo piensan, ¿Qué interés estético tiene una ruina arqueológica más que la conservación de la memoria y la recreación de la historia? Por otro lado, el edificio en sí, más o menos agraciado, es un modelo de una arquitectura popular, funcional y tradicional, reflejo en su sencillez de una estética costumbrista que se repite, con sus particularidades, en otros sitios de Andalucía occidental: horizontalidad, cornisas molduradas, frontones, remates prismáticos, colores cálidos (alberos, almagras), etc., lo que lo dota de ciertas características propias de su función (éste además presenta una curiosa cubierta de naves, tres longitudinales –la central más ancha-, una doble transversal y una perimetral, imperceptibles desde el interior) que, unidos a su antigüedad e historia, lo hacen peculiar. Además, y no menos importante, es su capacidad aglutinadora y estructuradora del espacio que ocupa, unificando cierto estilo local (los austeros recercados coloreados de los vanos en las casas de alrededor es un ejemplo de la arquitectura popular vinculada al mar). Como se ha dicho, la plaza se forma en torno al mercado y no al revés, por lo que ésta sin él no tendría sentido. Los edificios colindantes forman las calles históricas cuya linde es la masa poligonal (irregular pero simétrica) del Carmen. Las calles Duque de Ahumada y, sobretodo, Carmen y Barcelona no existirían sin el mercado, por lo que no es éste lo único que va a desaparecer.
Alguien me dijo una vez que el verdadero casco histórico de Huelva era los alrededores del mercado del Carmen y, ciertamente, a pesar de lo deteriorado e intencionadamente mal conservado, se puede aún respirar esa atmósfera como en ningún sitio del centro. El sistemático e interesado abandono de esta plaza, cuya intención no se le escapa a nadie, ha conseguido que su propia gente le de la espalda, pero no nos engañemos, no es irreversible. Cuando derriben el Carmen y las casas de alrededor ese “centro” dejará de existir, nos lo habrán quitado, y una plaza extraña a él no lo va a devolver, sólo lo va a transformar, despojándolo de toda su historia.
La afición de los políticos de Huelva al “pastiche” (o como también se dice en este blog, «mondongo») y su poco apego al patrimonio histórico se hace patente una vez más en la realización de una “plaza mayor” que nunca ha existido. Se puede entender, independientemente del mal gusto, la construcción de plazas, más o menos acertadas, en zonas de expansión o urbanísticamente reformadas, pero la ambición de dotar a Huelva de una plaza mayor (es decir, un espacio cerrado, amplio y diáfano en pleno centro histórico) es tan cateta como el nombre de este blog, por no decir patética y acomplejada, ya que esta ciudad nunca la ha tenido, y eso forma parte de su propia idiosincrasia.
Por otro lado, la realización de un parking (de dudosa necesidad, pues no he visto mayor cantidad de parkings privados en tan poco espacio) no es incompatible con la conservación del edificio. Pero cuando se tiene la costumbre de derribar cosas/casas para poder trabajar más cómodamente (en Huelva es el único sitio donde “restauración” es sinónimo de derribo y, en el mejor de los casos, reconstrucción) parece que es la única forma de hacerlo, pero no lo es, señores, no lo es.
Sr. Alcalde, me consta que lee este blog y, al parecer, hasta ha participado en él. Son varios los artículos y comentarios interesantes sobre el patrimonio histórico y arquitectónico onubense (entre ellos el del mercado) y su particular dejadez y falta de aprecio. Le aconsejaría que repasara alguno para que entendiera la profundidad de lo expuesto.
Todos somos conscientes de los intereses que debe haber de por medio (lo cual no es precisamente positivo), pero la aniquilación del poco patrimonio histórico que queda en Huelva (debido a los sistemáticos atentados que -durante décadas y diferentes mandatos hasta la actualidad- se han venido haciendo con el beneplácito o la negligencia de quienes debían defenderlo) no es la mejor forma de demostrar la querencia por una ciudad.
El derribo integral y desaparición del edificio del mercado del Carmen (el Mercado de Huelva) es absolutamente innecesario. La restauración, reforma o rehabilitación de las fincas adyacentes es completamente factible, y la puesta en valor de un espacio histórico (y esto no es la modificación caprichosa o el “pasticheo”) es lo mejor que les puede pasar a sus vecinos.
Son muchas las alternativas que se pueden barajar. En este blog se han propuesto infinidad de ellas, y todas pasan por conservar, al menos, el exterior del edificio. Esto lo han sabido entender otras ciudades, donde el final del ciclo de un mercado histórico no coincide con el final de su existencia física. En Valencia, el antiguo mercado de Colón se ha convertido en un centro de restauración, tiendas y establecimientos hosteleros que respeta su conjunto global, en Madrid el mercado de San Miguel es uno de los lugares más visitados por gente local y turistas tras su rehabilitación y conversión en zona Gourmet y comercios de calidad… En todos los casos los grandes beneficiados han sido los vecinos en particular y la ciudad en general. ¿Estamos condenados a no poder compartir nunca la misma mentalidad de las ciudades importantes?
Incluso, en el peor de los casos, también podría tener cabida en el perseverante y obcecado proyecto de plaza (no repitamos el error del antiguo Colombino, símbolo de gran parte de onubenses), o hasta como “carcasa” del nefasto y obtuso parking. Cualquier arquitecto creativo y respetuoso (términos no siempre opuestos) podría ser capaz de integrarlo en un proyecto serio y con futuro.
Sr. Alcalde, ¿de verdad cree que una plaza, ¡una más!, impersonal, anacrónica y desvinculada puede ser mejor que revitalizar una zona histórica, dotarla de la vida que en su momento le otorgó el mercado, contribuir cultural y económicamente a desarrollar todo el barrio, potenciando al mismo tiempo el entorno y, en definitiva, apostar más y mejor por el corazón de una ciudad que, a la postre, es el motor de ella?
Sólo le diré una cosa. Las generaciones cambian, y cada vez son más los onubenses que se sienten como tales, que conocen, viajan y tienen criterios, que gracias a eso sienten más sus raíces, y que, cuando por fin reconocen los errores, cuando comparan y se dan cuenta de lo que es y lo que pudo ser…, se sienten profundamente decepcionados.