Huelva es el olvido. Tiene que ser ese el motivo de la extraña maldición que perdura en esta tierra. Huelva siempre ha sido un rincón olvidado porque en ella habita el olvido. Lo sé.
No mucha gente recuerda hoy en día el origen del nombre del rio Guadalete y creo que es pertinente recordarlo pese a su aparente lejanía tanto en tiempo como en espacio, pues aunque desde la antigüedad clásica las localizaciones no nos llegaron exactas, creo que sí lo hicieron sus verdades intuitivas y ecos mitológicos.
Los fenicios y griegos asentados en Andalucía denominaron al Guadalete como el rio del olvido paradójicamente en memoria de una batalla entre ambos y a la vez para olvidar las ofensas que la causaron. Fue esa raíz Lete (el rio del olvido de la mitología griega o leteo en latín) la que los árabes reciclaron añadiéndole Guada- rio .
Puede que al igual que con localización exacta del mítico reino de Tartessos las fuentes no acertasen y dicho rio se encuentre también aquí, en estas tierras más allá de las columnas de Hércules. Porque pienso que el verdadero rio del olvido tiene que estar en Huelva. Solo así se explica el olvido endémico que cubre la región desde tiempos inmemoriales acaso por una maldición de los antiguos dioses por extraer de la madre tierra tesoros que atrajeron a los distintos imperios desde que el hombre salió de las cuevas, como prueba el hecho de que Riotinto sea una de las explotaciones mineras más antiguas de la humanidad.
Eso explicaría el olvido y la enigmática (des)localización del reino de Tartessos mencionado incluso en la biblia. Maldición de la que ni siquiera el arqueólogo alemán Adolf Schulten pudo librarse y que se convirtió en una obsesión que se llevó a la tumba. Incluso con la mayor gesta ocurrida en nuestras tierras y de las pocas cosas que los onubenses reivindicamos con orgullo: el descubrimiento de América y la salida de las Carabelas de Palos de la Frontera no escapa al hecho de que solo sea recordado el Genovés Cristóbal Colon y pasaran al olvido de la historia los héroes onubenses Pinzones y la importantísima ayuda que recibió por parte del monasterio de la Rábida.
¿En que otro lugar si no es aquí se puede encontrar ánforas romanas semienterradas en pinares olvidados de la costa? El poder de evocación de esta tierra atrapara por siempre a los erráticos enamorados de los restos del naufragio de la historia. Únicamente hay que seguir las pistas que en esta casa de fantasmas nos dejaron sus anteriores ocupantes. Están ahí para el que quiera seguir el camino.
Solo en Huelva es posible recorrer sin guía ni control alguno las edades del hombre, sin que nada importe en el presente pues no hay futuro, solo olvido, lento y destructor, con la belleza de lo efímero.
Por eso recuerdo la fascinación infantil de ver la piedra de los sacrificios de los pueblos iberos que ocuparon la peña de Arias Montano y sus laberínticas grutas, recuerdo el hueco tallado en la pila tallada donde imaginaba debía situarse el corazón palpitante de la víctima.
¿Fantasía o verdad?
No lejos de aquellas cimas calizas unos aficionados al submarinismo encontraron en una gruta sumergida cientos de lámparas romanas (lucernas) durmiendo en el sedimento que los milenios dejan al fondo de cristalinas aguas subterráneas. ¿Restos de mineros o un pozo de los deseos pagano?
Todo ello se perdió en Flandes.
Como bien saben los amantes de los minerales, en olvidados parajes del Andevalo se hallan minas en donde la tierra muestra sus cicatrices entre jara y silencio. Junto con elementos extraños y restos de la vida de mineros que dejaron sus herramientas y vidas casi como si fueran a volver de un momento a otro para continuar con su eterno picar.
Pueblos con arrogante carácter ingles que fueron abandonados en la desolación, restos de la casa del gobernador y su chimenea de lord, sus jardines, sus raros árboles de otros climas asilvestrados…todo semiderruido y alrededor : las casas de sus esclavos nativos.
Aldeas fantasmas que siguen ahí para el que quiera ver los restos del Titanic desde tierra, junto con perlas que la tierra aun guarda para coleccionistas intrépidos.
¿Encontrar tumbas hechas con laja cerca de riberas de ensueño? Busca los legendarios gurumelos en ciertos lugares y hallaras maravillas dolménicas despreciadas.
Escala montañas de Cuarcitas del paleolítico y descubrirás restos metálicos de las primeras fundiciones de razas que ya no existen.
Y ballenas enterradas en el Conquero… y casas árabes con mármol en islas marismeñas…Y fósiles tirados entre olivos…
Pero nada de esto importa al onubense de a pie. Y al no dársele valor al pasado y su legado lo mejor que puede ocurrir es que continúe oculto, enterrado, abandonado, en la niebla protectora de la ignorancia y el disfrute de los iniciados.
El olvido fluye por las marismas de Onuba Aestuaria, fluye en el eterno ir y venir de mareas lunáticas que van borrando la memoria y el paso del tiempo con el limo y los ocasos rojizos, venas por las que sangra la tierra y por las que subieron y bajaron todos los imperios mediterráneos y nórdicos que llegaron para comerciar, para saquear, para conquistar, para vivir y morir cerca del corazón palpitante de la tierra sin que de ellos quedara aquí nada más que mucho olvido y algunos restos sepultados por la marea de la historia. Fenicios, Griegos, Romanos, árabes, Vikingos, Castellanos, ingleses… todos bebieron del agua de leteo y navegaron sus marismas en algún fugaz momento.
A.S.Torres.